Yo soy de los que creen que solo existe el pasado, que la única materialización posible de los acontecimientos se realiza cuando estos ya han sucedido, y que tanto el futuro como el presente son construcciones mentales basadas, respectivamente, en la proyección de una memoria episódica, y en el espejismo de un continuo que nos induce a pensar que vivimos en el ahora. No, ni el mañana ni el ahora se dan jamás en nuestra vida, ni se asumen como tales porque son inaprensibles; ambos fluyen en una dirección y solo pueden ser concebidos cuando se represan en el recuerdo. El mañana y el ahora son, en el fondo, puro ayer.
Nunca hemos tenido otra forma de plantearnos la existencia. Vivimos por y para la memoria. Es ella la que nos dice quiénes somos y dónde nos encontramos, y la que nos ayuda a decidir hacia qué parte del mundo dirigirnos. Las historias más importantes se cuentan en pasado; en presente describimos, por supuesto, y en futuro profetizamos, pero para sacar algo en claro de estos dos tiempos verbales hemos de introducir un pretérito perfecto que dé sentido a la experiencia vivida, que la engaste en el recuerdo como si fuera una presea. Existen los mitos del origen, la historia de las naciones y los álbumes familiares porque únicamente el pasado nos lo puede explicar todo. Es esto lo que lleva al científico a buscar en los confines del universo restos del primer instante, y al pintor a crear la ficción del momento que ha sido capturado.
Por ello, cada vez entiendo menos el siglo XXI, su amor por el presente, su obsesión por el futuro. No entiendo que pueda amar lo que se escapa, ni tampoco que esté la vida entera esperando lo que nunca ha existido. Al siglo XXI le aburren los manuales de historia y el blanco y negro; para él, cada amanecer es un big bang y cada ocaso la promesa de una parusía. Pero no todo es displicencia e ignorancia en su actitud; en realidad, odia que le digan que vive una mentira, y está dispuesto a aniquilar a quien ose recordárselo.
El siglo XXI ha empezado una guerra secreta contra el pasado. Es una guerra sin cuartel que pretende exterminarlo de la faz del tiempo. Y nadie, por ahora, se atreve a ponerse delante de los tanques para salvarlo del oprobio y del olvido.
Ilustración de Remedios Pérez Juan
Esto me gusta mucho más que los sonetos y todas esas zarandajas. Gracias por volver a Platón.
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Todo es Platón.
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Querido Spectrum, aquí tienes un Commodore Amiga, cargado de bytes y amor por el pasado para ponerme a tu lado delante de los tanques del olvido. Memento Mori⚔️
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Estimado Commodore, en cuanto el puto virus y los putos protocolos (de Sión) lo permitan. Ve preparando el estudio para el próximo fin de semana.
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Todavía hay quien se atreve. No muchos, pero los hay. Y mientras en sus filas haya gente como tú, la batalla no estará, ni mucho menos, perdida.
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Y como tú.
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