Emoción pública

Desde que he visto las imágenes de la masacre de Bucha no puedo pensar bien. Es como si todas las ganas de armar un discurso se me hubieran ido por el desagüe. Aunque, en honor a la verdad, debo decir que sí he estado pensando, pero solo cosas absolutamente irracionales, si se me permite el oxímoron, ocurrencias movidas por la tristeza y la rabia. Por ejemplo: he pensado en el horror de los momentos previos a los disparos o incluso en lo que deben de estar sufriendo los familiares supervivientes. O sea, más que pensar, he estado sintiendo.

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