El monstruo se llamaba Clase Media y el doctor Franconstein, su padre y creador, supo que, a través de él, perpetuaría su herencia para siempre. Bastaba con dotarlo de una seguridad social, una vivienda de protección oficial, un ministerio de educación y un agosto de paella en alguna playa recién urbanizada. Todo a imagen y semejanza de las aspiraciones del monstruo.
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