Yo no sé qué es lo que convierte un libro en un clásico, qué poder lo hace mantenerse en pie sobre otros libros condenados al oprobio del tiempo. No sé si esta fuerza es intrínseca, si hay algo en el clásico desde el origen, una especie de brillo que lo define y que lo alienta hasta el final. Una marca de nacimiento común a todos los clásicos que pasa inadvertida hasta el momento. Una señal de su destino que nada tiene que ver con el escritor, que no procede de ninguna voluntad, pero que, paradójicamente, crea la voluntad de quienes se acercan a él.
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