Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, crear tensión social es todo un arte. El enfrentamiento que provoca la guerra es explícito y burdo; el de la tensión, en cambio, es mucho más sutil. Quienes la idean no son ingenieros sociales, sino orfebres de la realidad. Liman y engastan los mensajes para polarizar el ágora convenientemente. El relato que resulta es consabido: luz frente a sombras, buenos contra malvados. Se recompone el universo para que este sea un sitio donde todo está por hacer. Y así se nos sugiere que el progreso es en realidad una ensoñación que oculta un complot que busca nuestra ruina. La izquierda se ha aliado con el globalismo y los poderes financieros. La derecha impulsa una nueva involución que acabará con los derechos conseguidos. Estamos en una hora crucial y tú tienes que elegir bando. Habla. Opina. Discute. Sé un militante.
Cuando eres un militante, crees que tienes influencia en los políticos y responsabilidad en tu país, a pesar de que ni los políticos saben que existes ni tu país cuenta contigo. Eres un porcentaje en la demoscopia, una mercancía con la que tu algoritmo negocia en Internet. Una persona que ha dejado de ser un ciudadano porque ya hace tiempo que confunde civismo con militancia. Pero, igual que el activismo político es un sucedáneo de la acción política, el militante no actúa en ninguna milicia. Es más, el militante del siglo XXI sencillamente no actúa. Interviene en las redes, vocifera en las comidas familiares, discursea su monotema a las primeras de cambio, pero jamás se remanga y se pone a trabajar. A los orfebres de la realidad no les interesa que lo haga. La tensión necesita ruido, no hechos.
Lo único que quieren del militante es su compromiso ciego. Ciego por inconsciente, claro está; tan inconsciente que seguro que la mayoría de nosotros militamos en algún bando y aún no nos hemos dado cuenta. De todas formas, saberlo tampoco es tan difícil. ¿Ves los mismos canales de televisión? ¿Opinas citando (sin reconocerlo) a las personas a las que sigues en los medios y en las redes? Es decir, ¿vives en una caja de resonancia donde se justifica lo que piensas y, por ello, crees que la mayoría de la gente tiene tu misma opinión y que la que no la tiene es el enemigo? Entonces sí, eres un militante.