Dentro de quinientos años se seguirá leyendo el Romancero gitano, pero casi todos habrán olvidado Poeta en Nueva York. Para un estudiante del siglo XXVI, el primero continuará siendo más accesible que el segundo. La rotundidad de mi aseveración se basa en que esto ya ocurre hoy. El Romance sonámbulo, pese a la dificultad de sus imágenes, llega a más alumnos que Vuelta de paseo. Solo lo que se entiende puede gustar. Es una de las leyes de la lectura. Sin embargo, lo mayoritario en poesía suele provocar desconfianza. La pulsión elitista de saberse una «inmensa minoría» aún pesa en la valoración de la obra.
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