Pesadilla

Siempre es la misma sensación: antes de despertar, soy consciente de que estoy despertando. El sueño parece que se ha desvanecido, que emerjo a la realidad del dormitorio. Sin embargo, de pronto, detecto una presencia; unas veces se trata de una sombra, otras adquiere la forma de alguien con el rostro emborronado y terrible. Quiero moverme entonces, huir cuanto antes, pero no puedo. Un peso enorme me aplasta contra el colchón y me es imposible abrir los ojos porque tengo los párpados pegados. Hasta que despierto transcurren unos segundos en los que creo estar lúcido. Soy capaz incluso de esperar a que todo pase y de decirme palabras tranquilizadoras para sobrellevar el mal trago.

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