La contemplación de nosotros mismos es un acontecimiento tardío que sucede en la Venecia renacentista. Hasta ese momento, nos habíamos mirado en la ligera ondulación de las aguas o en los metales pulidos que reflejaban una figura emborronada y ambigua. Los cristales azogados de los maestros venecianos nos devuelven por primera vez en la historia una imagen nítida de quienes somos. De pronto, el yo, que nunca ha superado los límites de lo psicológico, empieza a desbordarse en el cristal y sale al mundo para subjetivar todo cuanto toca. Desde entonces, la idea de que las cosas no existen si no estamos allí para percibirlas irá calando en la modernidad recién inaugurada.
Seguir leyendoMes: noviembre 2024
Regeneracionistas
No existe nada más español que querer regenerar España a cada instante. Es el hecho diferencial de una nación que tan sólo entra en la modernidad cuando, gracias a la labor de zapa afrancesada, asume el rechazo de lo que es para querer ser otra cosa y terminar haciendo tabula rasa. A partir de entonces, este desiderátum perpetuo será la secreta consigna que los intelectuales patrios irán heredando, independientemente de su adscripción ideológica. Del liberalismo negrolegendario de Blanco White, al pesimismo conservador de Larra; de aquella «España que alborea» machadiana, a la que «empieza a amanecer» de José Antonio; de la cruzada nacional de Franco a esa España del PSOE que no va a reconocer «ni la madre que la parió». Y de ahí, a las plazas del 15-M, a la nueva normalidad postcovid, al «tiempo nuevo de convivencia y prosperidad» que nos ha de procurar la ley de amnistía.
Seguir leyendoEl relato
Hay algo en la narración que subyuga la mente de quien la escucha, un poder que hace que el mensaje llegue al receptor abarcando al mismo tiempo la razón y las emociones. Las buenas historias nos atrapan al instante, así que el arte de contarlas siempre ha tenido como objetivo influir en nuestra voluntad. Lo saben los chamanes neolíticos, los evangelizadores de toda laya y los amados líderes que protagonizan las grandes revoluciones. Los ingleses llaman hoy a esto «storytelling», y nosotros, siempre a rebufo del imperio anglosajón a pesar de que poseemos un idioma mucho más rico, lo hemos traducido, ay, como «relato».
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