Los profesores de literatura llevamos mucho tiempo confundidos. Pensamos que nuestra labor se corresponde con el fomento de la lectura, y que, por tanto, hemos de ofrecer a los alumnos libros que los enganchen a leer. Ha cundido la idea de que la lectura no debe salir del marco adolescente ni costar excesivo trabajo. Todo ello provoca que los clásicos españoles hayan ido desapareciendo de nuestras clases. De hecho, son estos imperativos de restricción temática y de comodidad lectora los que hacen de las clases de literatura un hábitat hostil a los clásicos, pues está en la naturaleza de estos exceder cualquier límite de referencia y necesitar una lectura atenta y laboriosa. Es decir, un clásico es la antítesis de los valores educativos que imperan hoy en los institutos. Por esa razón, cada vez hay más profesores en contra de incorporarlos al temario.
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