Si ya suena raro «estar» feliz, más raro sonaría «ser» contento. Esto ocurre porque se concibe «ser feliz» como una permanencia, y «estar contento» depende simplemente del instante. Y también porque el que está contento se ha puesto sin quererlo, y quien se cree feliz se lo propone previamente. La mala fama de estar contento viene de ese «estar» que lo acompaña. «Estar» suele considerarse como una sombra de «ser». Creemos que, como estar contento depende de la ocasión, es inferior a ser feliz. Pero nos equivocamos. Para estar contento basta con vivir; la felicidad, en cambio, hay que buscarla porque jamás se encuentra entre nosotros. Y es precisamente de esa búsqueda de donde salen los dogmas actuales acerca de ella, y, sobre todo, las vidas destinadas a frustrarse por no alcanzarla nunca.
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