Si ya suena raro «estar» feliz, más raro sonaría «ser» contento. Esto ocurre porque se concibe «ser feliz» como una permanencia, y «estar contento» depende simplemente del instante. Y también porque el que está contento se ha puesto sin quererlo, y quien se cree feliz se lo propone previamente. La mala fama de estar contento viene de ese «estar» que lo acompaña. «Estar» suele considerarse como una sombra de «ser». Creemos que, como estar contento depende de la ocasión, es inferior a ser feliz. Pero nos equivocamos. Para estar contento basta con vivir; la felicidad, en cambio, hay que buscarla porque jamás se encuentra entre nosotros. Y es precisamente de esa búsqueda de donde salen los dogmas actuales acerca de ella, y, sobre todo, las vidas destinadas a frustrarse por no alcanzarla nunca.

Estar contento muestra el presente en toda su milagrosa inmanencia. Sentir, que es lo que nos sucede al estar contentos, ocurre en el instante. Cuando estamos contentos, no pensamos en el futuro y mucho menos en lo que no tenemos. Esa es la razón de que los momentos jamás nos hagan felices pero sí nos colmen inusitadamente. Sin embargo, quien busca ser feliz jamás se detiene en los momentos. Los considera engañosos por no ser duraderos, y acaso también por haber tenido lugar. No son la felicidad, se dice, no pueden serlo porque la felicidad es la meta que nunca está presente y que da sentido a lo que hago. Y continúa entonces el infinito camino que se ha impuesto a sí mismo, sin darse cuenta de que persigue un imposible. ¿Cómo no va a ser imposible algo que únicamente tiene razón de ser si no lo somos?

La felicidad, como la entendemos actualmente, es un invento de los hablantes de lenguas que no distinguen entre los verbos «ser» y «estar». Lo incomprensible es que nosotros, que sí los diferenciamos, hayamos caído en la misma trampa. Para esos bárbaros, «ser/estar» feliz es el único ideal de nuestra época, y lo presentan siempre con las características de un proyecto a largo plazo que da sentido al paso del tiempo.

Pero esta felicidad sólo la conciben las civilizaciones que nunca han visto el tiempo detenerse en una sobremesa frente al mar, mientras la tarde se va convirtiendo en oro puro. Cuando de pronto intuimos que estamos donde debemos. Y que el día existe justo para ese preciso instante.

2 comentarios en “Ser y estar

  1. La felicidad se ha convertido en un nicho de negocio más; terreno abonado para gurús y charlatanes. Deberíamos ahondar más en el «bien vivir», que implica capacidad para estar contento cuando se presenta la ocasión y fortaleza cuando se presentan las dificultades.

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