Yo antes era del equipo de Albert Camus. Cuando leí El mito de Sísifo, estuve muchos años creyendo que se podía convivir con el absurdo de una existencia abocada a la muerte y al vacío si se le ponía buena cara. Si, mientras empujaba la roca cuesta arriba, aceptaba que lo único real era que, cuando llegase a la cima, la vería rodar nuevamente ladera abajo. Pero nunca he podido ser un camusiano de pro. De hecho, cuanto más leo su obra, más imposible me resulta aceptar que la falta de sentido sea lo que precisamente da sentido a nuestra vida.
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