El imperio de los espejos

La contemplación de nosotros mismos es un acontecimiento tardío que sucede en la Venecia renacentista. Hasta ese momento, nos habíamos mirado en la ligera ondulación de las aguas o en los metales pulidos que reflejaban una figura emborronada y ambigua. Los cristales azogados de los maestros venecianos nos devuelven por primera vez en la historia una imagen nítida de quienes somos. De pronto, el yo, que nunca ha superado los límites de lo psicológico, empieza a desbordarse en el cristal y sale al mundo para subjetivar todo cuanto toca. Desde entonces, la idea de que las cosas no existen si no estamos allí para percibirlas irá calando en la modernidad recién inaugurada.

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Cuerpo y alma

Aún somos almas encerradas en la cárcel del cuerpo. Aún caemos en él cuando nacemos y lo consideramos un obstáculo para la verdad y la virtud. Seguimos creyendo que el cuerpo, con sus sentidos limitados y sus bajas pasiones, sume a la persona en la infelicidad y la ignorancia.

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