No existe nada más español que querer regenerar España a cada instante. Es el hecho diferencial de  una nación que tan sólo entra en la modernidad cuando, gracias a la labor de zapa afrancesada, asume el rechazo de lo que es para querer ser otra cosa y terminar haciendo tabula rasa. A partir de entonces, este desiderátum perpetuo será la secreta consigna que los intelectuales patrios irán heredando, independientemente de su adscripción ideológica. Del liberalismo negrolegendario de Blanco White, al pesimismo conservador de Larra; de aquella «España que alborea» machadiana, a la que «empieza a amanecer» de José Antonio; de la cruzada nacional de Franco a esa España del PSOE que no va a reconocer «ni la madre que la parió». Y de ahí, a las plazas del 15-M, a la nueva normalidad postcovid, al «tiempo nuevo de convivencia y prosperidad» que nos ha de procurar la ley de amnistía. 

El regeneracionista cree que la decadencia es el estado natural de España, y por eso está obligado a salvarla, a hacerla renacer, a recuperarla del atraso y la barbarie. Quiere que creamos que el afán regenerador que enciende sus discursos proviene de su amor por ella. Sin embargo, no es cierto. A ningún regeneracionista que se precie le gusta España. Ojo: no la odia, sino que se avergüenza. Si la odiase se convertiría en un traidor, pero el regeneracionista es demasiado cobarde y únicamente puede aspirar a ser antipatriota. Esa es la razón de que funde partidos que se llaman Más País y no Más España. Y también de que sea regeneracionista. Anhela regenerar a la madre inculta, a la hermana tonta, a la novia fea. Convertirlas en algo distinto que deje de recordarle quién es él a su pesar y de dónde viene.

Si uno escucha con atención las peroratas regeneracionistas, se dará cuenta de que solamente hablan de una España eterna que permanece estancada en su propio fracaso. Es tan recurrente el argumento que el regeneracionismo ha acabado por hacer de ese mismo fracaso la única identidad de lo español. He aquí la gran paradoja: puesto que su razón de ser depende de lo que critica y denuesta, al final el regeneracionista se ha convertido sin saberlo en un nacionalista español de manual. Sólo que, en vez de ponerse de hinojos ante el sepulcro del Cid, con gusto se postra a los pies de los enemigos de España.

Imagen: Castilla (Ávila). Benjamín Palencia, 1960.

2 comentarios en “Regeneracionistas

  1. Siempre he pensado que quien verdaderamente necesita ser regenerado son los regeneracionistas. Cuando llegan al poder y se les cae la máscara, resultan ser el verdadero paradigma de lo que de forma demagógica deseaban cambiar y en ellos se encarna el nepotismo, el caciquismo y la corrupción a todos los niveles. Tenemos como muestra a Sánchez con su hermano y su Begoña, a Ábalos con su Koldo y sus queridas, al Tito Berni con sus prostitutas y su coca… Al final son ellos los que representa con más fidelidad que nadie esa España eterna, profunda y casposa que deseaban transformar.

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  2. Sí, ese sería otro argumento para explicar el regeneracionismo patrio. No obstante, lo que yo he querido señalar es que el regeneracionismo es la única forma de nacionalismo español que hemos tenido por aquí.

    Un saludo y muchas gracias por la lectura y el comentario.

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