Huevos con beicon

En 1925 una compañía cárnica, la Beech-Nut Packing Company, contrata a Edward L. Bernays, el padre de la publicidad y de las relaciones públicas, para que incremente las ventas de beicon. Bernays pregunta a cinco mil médicos qué es más aconsejable, un desayuno consistente o uno frugal. Los médicos se decantan mayoritariamente por la primera opción, así que el publicista filtra a los medios el resultado magnificando el dato menor de que algunos especialistas han recomendado el aporte de proteínas y grasas en forma de huevos y beicon. Los periódicos informan sobre el asunto como si hubiera sido fruto del análisis médico, y durante meses no se habla de otra cosa en la calle, en las tertulias y en las conferencias. De esta forma un solo señor, Edward L. Bernays, movido por los intereses particulares de un cliente, no solo cambia los hábitos alimenticios de toda una nación, sino que es capaz de influir en el consenso científico.

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Una vida interesante

Creo que para escribir algo interesante hay que haber tenido una vida interesante. Y creo también que esto es un axioma que trasciende la literatura y alcanza la creación artística en general. Aunque, cuidado: lo interesante de una vida no queda reducido a la acción o a la aventura, o al menos no solo. La vida viajera y azarosa de Cervantes tiene un indudable interés, por supuesto, pero también la grisura centroeuropea de la biografía de Kafka es igual de interesante. Porque la experiencia humana es exterior e interior al mismo tiempo, y, para que esta sea interesante, las personas han de dar un primer paso que siempre es el mismo: un salto consciente al vacío, una entrada en la oscuridad de las decisiones vitales (en el caso de los hombres de acción) y de las reflexiones íntimas (en el caso de los hombres que son más contemplativos) que hará que la vida se vuelva interesante.

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