Decencia común

El corte es profundo, tanto que la sutura, de producirse, tardará décadas en cerrarlo. A un lado quedan los políticos, sus patrocinadores en la sombra y los palmeros mediáticos que los sostienen, dedicados todos a instilar el veneno de la discordia civil. Al otro, los individuos que, ante una tragedia nacional, se ayudan y se protegen. Qué mal trago estarán pasando ahora las banderías del Congreso de los Diputados al escuchar el testimonio del hombre anónimo que saca del coche a la mujer anónima antes de que el agua los arrastre. O al enterarse de que un montón de desconocidos son capaces de coordinarse improvisadamente para ponerse a salvo en una autopista anegada. ¿Y las dos Españas?, se preguntarán sin percatarse todavía de que las únicas dos Españas que existen son ellos y nosotros.

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Persona y personaje

«He llegado al límite de la contradicción entre persona y personaje»

Íñigo Errejón

El distingo es tan semántico como metafísico. En su origen, «persona» (del latín «persona», y esta del griego «prósopon») es la máscara teatral que oculta al personaje. La máscara de Edipo, a través de la abertura de la boca, amplifica el sonido y hace que sus palabras lleguen hasta las últimas gradas del teatro. El espectador griego nunca verá a Edipo, sino la imagen de su máscara. Todos los Edipos de todos los teatros de la Hélade tienen los mismos rasgos y, por tanto, son la misma persona. Sin embargo, el personaje, siempre escondido, son muchos personajes a la vez, tantos como consigue dibujar la imaginación del público. A partir de entonces todo estará al revés durante siglos: la persona será la ficción; el personaje, la realidad que esta ha velado

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El pueblo es como un niño

El pueblo es como un niño. Como a un niño se le habla y como a un niño se le trata. Como un niño al que le gusta que le cuenten las mismas historias porque son las únicas que puede comprender. Historias sencillas de mundos divididos en dos donde solo existen las cruzadas ideológicas. Mundos planos en los que él es el protagonista de su propio mito, el héroe de la libertad que disfruta y de la democracia que ha ganado merecidamente. 

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El círculo

Lo llamo círculo porque es cerrado, aunque también porque tiene un centro. Su hermetismo significa exclusividad; su núcleo, influencia. Habitan el círculo quienes hacen méritos para entrar en él. Pero el círculo no es meritocrático, sino que se guía por las conexiones de agenda. Para el círculo, el mérito es del que conoce a la gente adecuada. Las relaciones que promueve no son ninguna novedad: yo te hago un favor y tú me lo devuelves algún día. Memoria de quien te ha beneficiado y talento para promocionarte son dos de los requisitos para entrar en el círculo. Sin olvidar, claro está, cierta conciencia de clase, es decir, el convencimiento de que pertenecerás a un grupo exclusivo que tutela a la masa.

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