Sayonara, cine

No hay género artístico más determinante en mi vida que el cine. Más incluso que la literatura o la música. Existen libros que me han marcado profundamente, por supuesto, y canciones que parecen haber sido compuestas para mí. Pero sólo el cine es capaz de añadir a esas experiencias un trasfondo emocional que raras veces he encontrado en otros lugares. Y, sobre todo, una obstinación, una profesión de fe que hace que cualquier instante del pasado tenga su referencia cinematográfica. 

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Las cosas

Aún no me he rendido; me siguen importando las cosas. A pesar de la época que me ha tocado vivir, me esfuerzo en mantener vivo el atavismo que me une a ellas. Atavismo, sí. Porque, hasta el siglo XXI, las cosas eran una extensión del ser humano, la materialización de su conciencia. Por las cosas el arqueólogo reconstruía el pasado y el heredero su memoria. Hasta ayer mismo, eran cosas lo que exponían los museos y llenaban nuestros salones. Lo que escondía un niño en su caja de tesoros. Lo que desembalaba el viajero cuando llegaba a su destino. Borges escribió de ellas que durarían más allá de nuestro olvido. Mil veces tocadas y contempladas como talismanes sagrados. Cercanas y apaciguadoras como la voz de una madre. Testimonios sólidos de nuestro paso por el mundo.

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Cíclopes

Porque tenemos dos ojos, nuestro mundo es horizontal. Ambos recomponen en una sola imagen los elementos que perciben por separado. A esto se le llama estereoscopía, y es algo de lo que, por ejemplo, carecerían los cíclopes. De hecho, su mundo sería vertical, y para disfrutar de una visión semejante a la nuestra, tendrían que estar moviendo la cabeza de un lado a otro. Lo máximo que puede abarcar nuestra mirada es un campo visual de 180 grados; la de un cíclope, en cambio, estaría condenada a no más de 30, es decir, la que permite la discriminación de colores como mucho. Así que, si yo fuera un cíclope, estaría condicionado por mi limitación ocular, y como no podría acceder a la amplitud horizontal del paisaje, no tendría más remedio que vivir reconcentrado en mí mismo.

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