Terroni

Los españoles que visitan el sur de Italia creen que se trata de una zona atrasada y bárbara. Como su actitud no es la del turista septentrional, siempre predispuesto, desde los tiempos del Grand Tour, a descubrir el folclore de las culturas que cree inferiores, les cuesta ver con agrado sus ciudades desastradas y sucias. Piensan que los italianos meridionales (terroni los llaman despectivamente sus compatriotas) se han quedado anclados en una especie de incivilidad atávica, mientras que ellos han sabido aprovechar las oportunidades que les ha brindado el progreso. Movidos por la consabida insolidaridad de clase, esta es la impresión que tienen, sobre todo, los que provienen de regiones que comparten una tradición reciente de subdesarrollo. En qué se parecerán, piensan, el aseado orden de nuestra Sevilla y el caos imposible de su Palermo. ¡Ni punto de comparación!

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Contra el Romanticismo

Los españoles nunca hemos sido románticos. Los herederos de Trento, escépticos y materialistas, estamos incapacitados para comprender ese culto a lo inexplicable. Ese afán por alcanzar la genialidad sin pasar por el sacrificio. Ese fetichismo autodestructivo. Y, sin embargo, llevamos más de dos siglos fingiendo que todo lo dicho tiene algo que ver con nosotros. Y andamos perdidos por la historia, confundiendo todavía lo que creemos ser con lo que en realidad somos. Ahí reside precisamente la causa de que los mejores escritores de nuestro Romanticismo no sean románticos en realidad. Rosalía y Bécquer están por encima de cualquier ideología literaria. Y el final del Tenorio es lo más antirromántico del mundo.

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Viva el sur

Por más que lo quieran ocultar, el patrón se repite: el sur es civilización y el norte, barbarie. Mientras allí fornican con sus ovejas y adoran a sus dioses de la muerte, aquí se escribe el Ars amandi y se venera el esplendor del cuerpo humano. En el sur se inventa una religión que nos anima a amar a nuestros enemigos; en Upsala están haciendo sacrificios humanos hasta bien entrado el siglo XI. El sur crea, el norte destruye. De allá son la incursión, el saqueo y la piratería. Indoeuropeos, germanos, vikingos, ingleses: todos provienen de un mismo punto cardinal y todos quieren siempre algo de nosotros. 

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