En la tinta

El tiempo es el olvido. Nacemos para dejar de ser recordados. No hay paradoja más terrible que esta, ni más bella. Pese a que solo estamos aquí para generar otras vidas, para depositar nuestros genes en otros cuerpos, al final seremos devorados por la oscuridad amnésica de los siglos. A partir de la sexta generación, la probabilidad de descender genéticamente de nuestros antepasados es del uno por ciento, y del uno por mil desde la vigésimo tercera. Así que todo lo que somos, todo aquello que volcamos en quienes nos suceden terminará diluyéndose en el infinito caldo del tiempo.

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