La propuesta del PSOE no es nueva; ya amagó con ella hace unos años, cuando era ministro Ángel Gabilondo. Pero que no sea nueva no significa que deje de ser una pésima noticia. Y lo es esencialmente porque pone de manifiesto, no sólo la enorme distancia que existe entre la comunidad educativa y la clase política, sino la irreconciliable disparidad de intereses que guían a una y a otra. En los institutos se sabe que la mayoría de los casos de indisciplina se da entre chavales que tienen muy claro que no quieren seguir estudiando. De hecho, que cumplan los dieciséis años es algo que siempre acogen con alivio tanto los profesores que tienen la desgracia de darles clase como los alumnos que sí desean estudiar. Por ello, mantenerlos en una cárcel obligatoria dos años más únicamente puede empeorar una situación que, en algunos centros, es ya insostenible.

Sin embargo, al inminente gobierno todo esto le da igual. En primer lugar, porque con esta medida maquillará las escandalosas estadísticas de paro juvenil. España es el país con la tasa más alta de la UE: entre los menores de veinticinco años es del 26,8%, pero en los jóvenes de entre dieciséis y diecinueve es de un escalofriante 46,84%. Cuando desaparezcan las edades incluidas en este último rango, los resultados mejorarán, indudablemente. En segundo lugar, la prolongación de la obligatoriedad permitirá alargar también la gratuidad hasta el bachillerato, no en la enseñanza pública (donde es gratuito), sino en la concertada. Así que, Pedro Sánchez  podrá congraciarse con los padres (futuros votantes) que ahora no pueden permitirse mantener a sus hijos lejos del «estercolero» de la pública al acabar la ESO.

Lo más desesperante del asunto es que el gobierno anunciará oficialmente la medida con la acostumbrada retórica de la igualdad, la inclusión y el progreso. Por lo que, ya desde el principio, las opiniones se meterán con calzador en los consabidos paquetes ideológicos, y el debate terminará diluyéndose en el mismo enfrentamiento de siempre. Ni siquiera los más críticos, por el miedo a ser señalados como ultras, serán capaces de ir al meollo de la cuestión. Pocos se atreverán a decir públicamente que la prolongación de la educación obligatoria hasta los dieciocho es la culminación de un plan que comenzó en 1990 con la implantación de la LOGSE. La mayor operación de ingeniería social de la historia reciente de España.

Deja un comentario