En 1925 una compañía cárnica, la Beech-Nut Packing Company, contrata a Edward L. Bernays, el padre de la publicidad y de las relaciones públicas, para que incremente las ventas de beicon. Bernays pregunta a cinco mil médicos qué es más aconsejable, un desayuno consistente o uno frugal. Los médicos se decantan mayoritariamente por la primera opción, así que el publicista filtra a los medios el resultado magnificando el dato menor de que algunos especialistas han recomendado el aporte de proteínas y grasas en forma de huevos y beicon. Los periódicos informan sobre el asunto como si hubiera sido fruto del análisis médico, y durante meses no se habla de otra cosa en la calle, en las tertulias y en las conferencias. De esta forma un solo señor, Edward L. Bernays, movido por los intereses particulares de un cliente, no solo cambia los hábitos alimenticios de toda una nación, sino que es capaz de influir en el consenso científico.
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