No hay poesía que consiga revelar una lealtad tan profunda hacia lo popular como la española. Ni tan prolongada en el tiempo. Lo constata una forma métrica como el romance, que proviene de la oralidad y hunde sus raíces en los antiguos cantares de gesta medievales, pero que sigue utilizándose sin apenas variaciones hasta el siglo XXI. O esa costumbre tan característica del poeta renacentista que lo lleva a encontrar inspiración en el cancionero tradicional al mismo tiempo que adapta las novedades métricas y temáticas que llegan de Italia; procedimiento este que volveremos a ver a principios del siglo XX, cuando los autores del 27 mezclen romance y surrealismo, flamenco y vanguardia.
Seguir leyendo