Las cosas

Aún no me he rendido; me siguen importando las cosas. A pesar de la época que me ha tocado vivir, me esfuerzo en mantener vivo el atavismo que me une a ellas. Atavismo, sí. Porque, hasta el siglo XXI, las cosas eran una extensión del ser humano, la materialización de su conciencia. Por las cosas el arqueólogo reconstruía el pasado y el heredero su memoria. Hasta ayer mismo, eran cosas lo que exponían los museos y llenaban nuestros salones. Lo que escondía un niño en su caja de tesoros. Lo que desembalaba el viajero cuando llegaba a su destino. Borges escribió de ellas que durarían más allá de nuestro olvido. Mil veces tocadas y contempladas como talismanes sagrados. Cercanas y apaciguadoras como la voz de una madre. Testimonios sólidos de nuestro paso por el mundo.

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