Dentro de quinientos años se seguirá leyendo el Romancero gitano, pero casi todos habrán olvidado Poeta en Nueva York. Para un estudiante del siglo XXVI, el primero continuará siendo más accesible que el segundo. La rotundidad de mi aseveración se basa en que esto ya ocurre hoy. El Romance sonámbulo, pese a la dificultad de sus imágenes, llega a más alumnos que Vuelta de paseo. Solo lo que se entiende puede gustar. Es una de las leyes de la lectura. Sin embargo, lo mayoritario en poesía suele provocar desconfianza. La pulsión elitista de saberse una «inmensa minoría» aún pesa en la valoración de la obra.
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Literal
No se habla lo suficiente de la muerte de la escritura. No se habla lo suficiente del genocidio de las letras. De cómo la imagen o el pictograma, que son precisamente el origen del grafo, están acabando poco a poco con todo lo gráfico. No se habla lo suficiente de la involución cultural que supone el uso masivo de los emojis, de los stickers o de los gifs. De esta vuelta a la pared de la roca. Al mamut y al bisonte. A la fría oscuridad de la caverna.
Seguir leyendoRevoluciones analógicas
Al final, todo sigue estando como lo conocíamos. Internet no ha provocado los cambios que algunos auguraban. La gente continúa leyendo libros, saliendo a la calle y distinguiendo entre la realidad de lo cotidiano y la virtualidad de la pantalla. El tiempo suele poner las cosas en su sitio y acaba concediendo a los sucesos la justa trascendencia que merecen. Lo digital ha puesto patas arriba hábitos sociales y personales, pero el mundo en que vivimos permanece estancado en la misma rutina histórica de siempre
Seguir leyendoMilitantes
Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, crear tensión social es todo un arte. El enfrentamiento que provoca la guerra es explícito y burdo; el de la tensión, en cambio, es mucho más sutil. Quienes la idean no son ingenieros sociales, sino orfebres de la realidad. Liman y engastan los mensajes para polarizar el ágora convenientemente. El relato que resulta es consabido: luz frente a sombras, buenos contra malvados. Se recompone el universo para que este sea un sitio donde todo está por hacer. Y así se nos sugiere que el progreso es en realidad una ensoñación que oculta un complot que busca nuestra ruina. La izquierda se ha aliado con el globalismo y los poderes financieros. La derecha impulsa una nueva involución que acabará con los derechos conseguidos. Estamos en una hora crucial y tú tienes que elegir bando. Habla. Opina. Discute. Sé un militante.
Seguir leyendoSomos muchos
Somos muchos, quizá demasiados. Levantas una piedra, fisgoneas en un perfil y acabas encontrándote con alguno de nosotros. Estamos por todas partes, e incluso hay quien piensa que no cabemos ni uno más. Por supuesto, no me refiero a los tontos (aunque los haya), sino a la gente que, de la noche a la mañana, se ha puesto a escribir. Porque es un hecho indiscutible que todo el mundo escribe últimamente, y, lo que es más indiscutible todavía, que una gran mayoría tiene su librito publicado. Confieso que, hasta hace poco, mi corporativismo me impedía admitir esta evidencia. Pero al final no he tenido más remedio que caer del caballo. En efecto, somos muchos, demasiados tal vez. El planeta literario está superpoblado y sus recursos son cada vez más pobres. Y esto es así porque cada libro que sale a la venta ocupa el doble de espacio: el suyo y el de un ego hipertrofiado esperando reconocimiento.
Seguir leyendoAutor, autor
Hubo un tiempo en que la humanidad vivía sin autores. Hasta hace relativamente poco, el arte, la ciencia o la literatura no precisaban de esa figura que sin embargo hoy parece indispensable. ¿Quiénes son los arquitectos que idean las pirámides de Egipto? ¿Quién compone el Cantar de Roldán? ¿Quiénes tallan los bellos y misteriosos capiteles del Románico? Tal vez antes se tuviera la certeza (muy razonable, por cierto) de que la obra era muchísimo más importante y, puesto que esta permanecería durante más tiempo en la historia de los hombres, infinitamente superior a su creador.
Seguir leyendoDebates
No creo en el carácter de los pueblos ni en la voluntad general; ambas son cualidades de los individuos, no de la masa. Sí estimo, en cambio, que sea posible que a la sociedad se la pueda manipular como si fuese una sola mente, dirigir su comportamiento mediante técnicas de ingeniería conductista que trascienden esas emociones o esos instintos de los que suelen echar mano la publicidad y cualquier tipo de propaganda. Creo también que el control social más eficaz en países que han asumido la mitología de la democracia no es el que apela al bajo vientre (o, al menos, no solo), sino el que recurre a los luminosos territorios de lo intelectual, el que se produce cuando el poder acota los debates públicos, restringe los puntos de vista y los difunde para dar la impresión de que la opinión es múltiple, dinámica y relevante. Creo que cuanta más obcecación hay por el debate, menos libertad real existe. Creo, en definitiva, que los debates son el bromuro de la ciudadanía.
Seguir leyendoAntes de la nube
Los que hemos nacido y crecido antes de la nube no estamos bien últimamente. Y no creo que se trate de una proyección en los otros de lo que me ocurre solo a mí. Hay un desconcierto compartido, lo noto cada vez más. Sé que la mayoría intuimos que algo se nos está yendo, algo que es más profundo y arraigado que los hábitos cambiantes y las concepciones efímeras de una época. A veces queremos normalizar esa intuición y la atribuimos a la consabida constante que siempre ha hecho que las generaciones se miren con recelo. Pero no, es mucho más que eso. Es un observar alrededor, un preguntarse qué coño está pasando aquí. Es un no entender cada vez más acuciante que amenaza con hacer que terminemos no entendiendo absolutamente nada.
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