Si Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, quisiera que el chino mandarín fuese la lengua vehicular de la enseñanza española, el chino mandarín, tarde o temprano, sería la lengua vehicular de la enseñanza española. Por el contrario, si a Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular, se le ocurriese lo mismo estando en el gobierno, arderían las calles durante semanas. Esto es así, no porque Sánchez sea más guapo o tenga más poder que Núñez Feijóo, sino porque Sánchez pertenece al PSOE y Núñez Feijóo a su comparsa.
El PSOE es el partido más importante del arco parlamentario, y lo es porque ha estado más años que ningún otro en el gobierno y, sobre todo, porque, ya desde Suresnes y a través de la Fundación Friedrich Ebert, es la correa de transmisión de los países (principalmente, EE.UU. y Alemania) que velaron en su día por que la transición política no se desmadrase. Por tanto, al ser un partido intervenido, resulta hasta cierto punto normal que haya sido él, y solo él, el artífice de los principales cambios que ha experimentado España en las últimas décadas.
Con el PSOE se privatizaron cerca de 80 de las 130 empresas que pertenecían al estado. Con el PSOE se entró en la OTAN y en la Comunidad Económica Europea. Con el PSOE se aprobaron la LOGSE, la ley de violencia de género y la que reconoce el matrimonio homosexual. Con el PSOE se modificó el estatuto de autonomía catalán, se negoció con ETA la entrega de las armas, se reformó el artículo 135 de la Constitución para asegurar el pago de la deuda pública, y, recientemente, se ha dado un giro radical en la política exterior y se acaba de apoyar el plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara.
El PSOE es, en definitiva, no solo un partido trascendental en la reciente historia del país, sino toda una institución estatal en torno a la que los demás partidos giran como satélites para apuntalar todas las reformas iniciadas en su seno. Lo que significa que, en el fondo, el PSOE es el principal valedor, junto a la Corona, del régimen político que se inició en 1978. Es decir, España es el PSOE y el PSOE es España. Y si a alguien se le antojase cambiar algo, tendría que ser con su permiso.
O por encima de su cadáver.