Poesía española

No hay poesía que consiga revelar una lealtad tan profunda hacia lo popular como la española. Ni tan prolongada en el tiempo. Lo constata una forma métrica como el romance, que proviene de la oralidad y hunde sus raíces en los antiguos cantares de gesta medievales, pero que sigue utilizándose sin apenas variaciones hasta el siglo XXI. O esa costumbre tan característica del poeta  renacentista que lo lleva a encontrar inspiración en el cancionero tradicional al mismo tiempo que adapta las novedades métricas y temáticas que llegan de Italia;  procedimiento este que volveremos a ver a principios del siglo XX, cuando los autores del 27 mezclen romance y surrealismo, flamenco y vanguardia.

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Los peores intelectuales

Nunca hemos sido los españoles grandes propagandistas de nosotros mismos porque nunca hemos dado una solución autóctona a lo que somos. Ni siquiera cuando luchamos contra Napoleón pudimos encontrar un relato propio. De hecho, fueron ellos, los franceses (aventajados epígonos de ingleses y holandeses) quienes nos dieron a conocer al mundo. Ya Masson de Morvilliers nos describía en la Encyclopedie como un pueblo incapaz para «las artes, las ciencias y el comercio». El ascendiente francés provocó que el alma hispánica, huérfana de espejos donde mirarse, asumiera como suyo el sambenito y lo difundiera a los cuatro vientos.

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Historia del monstruo

El monstruo se llamaba Clase Media y el doctor Franconstein, su padre y creador, supo que, a través de él, perpetuaría su herencia para siempre. Bastaba con dotarlo de una seguridad social, una vivienda de protección oficial, un ministerio de educación y un agosto de paella en alguna playa recién urbanizada. Todo a imagen y semejanza de las aspiraciones del monstruo. 

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Telémaco

El chaval tenía 16 años, un magnífico expediente en la ESO y, sin embargo, en el primer curso de bachillerato se estaba despeñando. La mayoría de mis compañeros de trabajo manejaba la versión convencional del asunto: el padre hacía lo que estaba en su mano, pero el hijo empezaba a ir con malas compañías. Yo, en cambio, tenía la versión genuina, que había arrancado en confesión una mañana en la que él y yo mantuvimos una larga charla.

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Rushdie

Hadi Matar no era siquiera una idea en las mentes de sus futuros padres cuando el 14 de febrero de 1989 el ayatolá Jomeini, líder supremo de Irán, lanzó una fetua contra Salman Rushdie por haber publicado un libro «en contra del islam, el Profeta y el Corán», y ofreció una recompensa de tres millones de dólares al musulmán que le trajera su cabeza. El joven de 24 años que ayer, 12 de agosto de 2022, apuñaló al autor de los Versos Satánicos, no vivió la muerte de Mustafá Mahmoud, tres años menor que él, cuando, seis meses después de la fetua, manipulaba una bomba destinada a Rushdie. Tampoco el asesinato a cuchillada limpia de Itoshi Igarashi, traductor al japonés del libro, mientras esperaba un ascensor de la Universidad de Tsukuba en 1991. Ni, por supuesto, el atentado que sufrió, pasados dos años, William Nygaard, el editor noruego que milagrosamente salvó la vida tras ser tiroteado en la puerta de su casa de Oslo.

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Padres

Los hombres son hombres incluso cuando son niños todavía. No porque un niño presente atributos físicos masculinos ni tampoco porque en su carácter se adivine al hombre del futuro, sino porque un niño participa de las características que definen a la categoría hombre y posee las facetas que, sin apenas cambios, este presentará a lo largo del tiempo. Por eso, un niño es ya un padre, igual que un hombre que nunca tenga un hijo también lo es. Ser padres no cambia a los hombres, pero no serlo tampoco

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Tú eres lo más importante

Cuando te dicen que tú eres lo más importante, te están engañando. De hecho, en el mundo real suele ocurrir que, cuanto más tú mismo eres, cuanto más individuo te aseguran que puedes llegar a ser, menos importancia tienes para el resto de tus semejantes. En el mundo real suele ocurrir que tu individuación es tu invisibilidad, y tu unicidad es tu intrascendencia. Cuídate, te mereces lo mejor, tu opinión es necesaria, lo que sientes ha de ser respetado por todos; supongo que ninguno de estos lemas te es ajeno.

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Cíclopes

Porque tenemos dos ojos, nuestro mundo es horizontal. Ambos recomponen en una sola imagen los elementos que perciben por separado. A esto se le llama estereoscopía, y es algo de lo que, por ejemplo, carecerían los cíclopes. De hecho, su mundo sería vertical, y para disfrutar de una visión semejante a la nuestra, tendrían que estar moviendo la cabeza de un lado a otro. Lo máximo que puede abarcar nuestra mirada es un campo visual de 180 grados; la de un cíclope, en cambio, estaría condenada a no más de 30, es decir, la que permite la discriminación de colores como mucho. Así que, si yo fuera un cíclope, estaría condicionado por mi limitación ocular, y como no podría acceder a la amplitud horizontal del paisaje, no tendría más remedio que vivir reconcentrado en mí mismo.

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Los nacidos en los setenta

Una de las ventajas sobre el resto de la humanidad que tenemos los nacidos en los setenta es que fuimos niños en los ochenta. Ser niño en los ochenta es uno de esos escasos privilegios generacionales que se dan en la historia. Los de aquella época crecimos en un interludio donde lo mejor de la generación anterior convivió en perfecta simbiosis con los cambios sociales que ya empezaban a darse. Aunque vimos morir el mundo de siempre, aún conocimos la autoridad familiar, el hábito de la paciencia y los veranos interminables. Los programas infantiles nos trataban como si fuéramos personas inteligentes, los colegios seguían enseñando, no sentíamos la tiranía de la imagen y lo más importante que nos pasaba siempre sucedía en la calle. 

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