La relación de lo sucedido en los festejos no escatima detalles. Se celebra el nombramiento de don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, como nuevo virrey del Perú, y las autoridades deciden organizar unas justas en su honor. Desfilan siete carros muy bien engalanados, llevando todos ellos un cortejo donde no faltan la música de atabales y chirimías ni los colores encendidos de los ropajes tradicionales de la zona. Vemos en la parada al fornido Bradaleón, al dios Baco, a la Ira, a la Pobreza, al Demonio, a la Blasfemia, al Caballero Antártico vestido de Inca, al Dudado Furibundo, al Caballero Venturoso y al Caballero de la Selva. Hasta aquí, nada extraño. Pero entonces alguien aparece:
«A esta hora asomó por la plaza el Caballero de la Triste Figura don Quijote de la Mancha, tan al natural y propio de como le pintan en su libro, que dio grandísimo gusto verle. […] Acompañábanle el Cura y el Barbero con los trajes propios de escudero e infanta Micomicona que su crónica cuenta, y su leal escudero Sancho Panza, graciosamente vestido, caballero en su asno albardado y con sus alforjas bien proveídas y el yelmo de Mambrino.»(1)
Corre el otoño de 1607. Las fiestas se celebran en Pausa, un pueblecito de la cordillera de los Andes. El 16 de enero de 1605, se ha publicado en Madrid la primera parte del Quijote. Pocos meses después, Juan de Sarriá, un librero de Alcalá de Henares, envía nueve ejemplares a su hijo, que vive en Sevilla, para que, junto con otros libros, los haga llegar a Portobelo, en Panamá. De allí parten a Lima, y de Lima, un 5 de junio de 1606, son transportados hasta Cuzco. No se sabe cuándo llegan a Pausa, pero lo cierto es que, pocos meses después, el público reconoce y ovaciona a Don Quijote, y los jueces del acto le otorgan finalmente el premio a la mejor invención de las justas, «por la propiedad con que hizo la suya y la risa que en todos causó verle».
La obra maestra de Cervantes, en menos de tres años desde su publicación, recorre 12.500 kilómetros hasta acabar en el rincón más recóndito de los Andes. Los pobres colonos ingleses, por su parte, tendrán que esperar un siglo para poder leer a Shakespeare en América.
Cuando alguien te diga que la Hispanidad no debe celebrarse, cuéntale esta historia.
(1) Relación de fiestas que se celebraron en la corte de Pausa por la nueva de proveimiento de virrey en la persona del marqués de Montesclaros, cuyo grande aficionado es el corregidor de este partido, que las hizo y fue el mantenedor de una sortija celebrada con tanta majestad y pompa, que ha dado motivo a no dejar en silencio sus particularidades.
Una historia muy provechosa. Se hará extender.
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